Aunque mi casa siempre estuvo en Lugano, la vida me hizo crecer en Lanús. Ahí me crié y terminé la primaria.

Comencé el secundario en el Lola Mora, con mucho dolor porque había dejado toda mi infancia y mis amigos en otro lugar. 

Con el tiempo entendí que todo, hasta el más penoso momento de nuestras vidas, pasa por algún motivo.

Desde entonces nada fue casual en mi vida: todo me llevó a dónde estoy hoy.

Me recibí de Maestra Nacional de Bellas Artes. Fue crecer de golpe. A mis 17 años me encontré parada frente a un pizarrón, con casi 30 chicos de primer grado, enseñando.

Fui feliz, muy feliz, pero necesitaba más y salí a buscarlo...

Sin saber muy bien qué hacia, comencé a escribir. Todo aquello que me parecía injusto era plasmado en una hoja. Un día, decidí dejar de guardar el corazón en un cajón.