


"No me da igual que te sea indiferente"
Jennifer Melisa Tomé

La rana que quería ser una rana auténtica
Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y para lograrlo todos los días se esforzaba en ello.
Con el propósito de encontrar la autenticidad, compró un espejo en el que se miraba durante horas. Por momentos parecía enconarla, pero no siempre lo lograba, porque verse como una Rana autentica dependía, entre otras cosas, de su humor. Es por esto que no pasó mucho tiempo hasta que la Rana se cansó y decidió guardar el espejo en un baúl.
La Rana –ingenua por su corta edad- pensó que la única manera de conocer su propio valor estaba en la opinión de los demás. En consecuencia, comenzó a peinarse, vestirse y -peor aún- desvestirse en fotos que luego subía a su Facebook. Pues esta, era la manera más rápida que conocía para saber si los demás aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
Una tarde, mientras leía los comentarios de sus fotos, notó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas. Los días siguientes, la Rana se dedicó a hacer ejercicios para tener unas ancas cada vez mejores y lucirlas ante todos. En efecto, descubrió que a menor cantidad de ropa puesta, mayor cantidad de firmas obtenía en sus fotos
Finalmente, la Rana accedió a sacarse fotos desnuda, mostrando más que sus piernas, pensando así que más la admirarían y la considerarían una Rana auténtica. Sin embargo, una mañana camino al colegio, alguien la siguió y devoró sus ancas sin piedad alguna, acabando en segundos con todo su esfuerzo. Pobre Rana, jamás llego a leer entre sus comentarios la advertencia. Ingenua, estaba tan interesada en ser una Rana auténtica.
Jennifer Melisa Tomé -
4 de junio de 2012
Materia: Historia de la Literatura
Consigna: Adaptar un cuento o fábula a una tematica social actual.
Profesora: Fabiana Nadra
Texto Original
La rana que quería ser una rana auténtica
Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica. Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían. Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.
Augusto Monterroso |