Mamá me regalo lo más importante, más que la vida misma.

 

Sembró en mí la semilla de la “libertad”. Ella cree que el respeto no se consigue imponiendo miedo, castigando y prohibiendo. Por eso siempre me muestra todos los caminos, el bueno y el malo. Me permite hacer y deshacer a mi gusto mi vida, porque sabe que sea cual sea el resultado voy a volver a ella, una y otra vez… Ella tiene la seguridad de saber siempre la verdad sobre mi,  porque sabe que jamás podría mentirle. 

 

Regó la semilla con “confianza”. Mi mamá también se enoja y tenemos pocas pero intensas peleas que nos sirven para conocernos mejor, porque cambiamos y crecemos todo el tiempo. 

 

Iluminó la semilla con “perdón”, por todas y cada una de las frases hirientes que dije en alguna de estas peleas. Me ayudó siempre en todos los proyectos que tuve, aún sabiendo que iban directo al fracaso. Permitió que mis primeras hojas sean las de “intentarlo todo”.

 

Siempre me dejó hacer lo que quisiera, aunque otras personas le aconsejaran que no debía permitir que queme etapas. Ellos no entendían que mamá estaba viendo que crecían en mí las diferentes ramas de “experiencia”.

 

Mamá no sabe que va a ser de mí en unos años. No sabe si llegaré a cumplir todo aquello que me proponga, tampoco sabe exactamente con cuantas paredes voy a chocarme. Mucho menos si voy a optar siempre por el camino correcto. Pero tiene una seguridad interna que no puede ignorar: Ella sabe que pase lo que pase, yo estoy hecha de libertad y confianza. Y fui creciendo con perseverancia y adquiriendo experiencia.

 

Sabe que los frutos que yo dé en algún momento, van a tener necesariamente todo aquello que ella creó en mí, porque claro: “uno cosecha lo que siembra”. 

 

Tengo una mamá que -como siempre digo- es una amiga. 

 

Dicen que nuestras almas eligen desde algún lugar en donde caer. Mi mamá puede que no sea “la mejor”, pero sé en el fondo que YO la elegí. 
 

 

Jennifer Melisa Tomé- 

21 de octubre de 2012